27 septiembre 2006

el viaje

He ido y vuelto a Londres en avión con una compañía de esas de bajo coste. Hice la reserva y la compra por internet. A la ida las restricciones en el equipaje de mano para entrar en avión en Inglaterra ya no eran tan severas como días atrás, cuando la policía inglesa presuntamente desarticuló un intento de provocar un desastre en pleno vuelo mediante la introducción de líquidos inflamables en el avión, escondidos en el equipaje de mano. A la vuelta las autoridades inglesas acababan de suavizar las medidas de seguridad, permitiendo llevar un solo bulto como equipaje de mano, en el que seguían estando vedadas todo tipo de sustancias y objetos. No obstante, los controles de seguridad eran exhaustivos, pasando por detectores de metales, escaneándo todo el equipaje de mano y finalmente los zapatos, que los pasajeros teníamos que quitarnos al final de los controles para que también éstos pasaran por el escáner.

Una vez llegada a Londres, Stansted, y tras una cierta confusión debida a que no funcionaban los paneles en la sección de recogida de equipajes y a que la megafonía no siempre era todo lo clara que cabría desear en tales ocasiones, encontré enseguida a la salida la terminal de autobuses y allí, a la hora prevista, salía el autobús a Colchester, en cuya estación nos depositó. El billete de ida y vuelta, con validez para 30 días, cuesta 15 libras. El viaje dura unos 45-50 minutos. Por lo que me han contado, los taxis en Inglaterra son carísimos, de hecho un amigo del barrio me ha comentado que el trayecto de Stansted a Londres les costó 97 libras, una verdadera barbaridad.

El autobús tiene parada junto a la estación de trenes de Colchester y de allí, siguiendo las instrucciones que me habían dado por email, contacté con Lorna, la persona encargada de acoger a los voluntarios, para decirle a qué hora salía mi tren. Cuando llegué a Manningtree, a unos 10 min. en tren, ya me estaba esperando y fuimos en coche a Old Hall, en el pueblo de East Bergholt. Lorna usa un coche compartido, por lo que apunta los km en una libretita que está en el coche.

26 septiembre 2006

los enlaces de este blog

Desde hace tiempo la vida en la ciudad (Valencia, España) en la que nací y me crié, tengo a parte de la familia, desarrollo mi trabajo y tengo buenas amistades se me hacía cuesta arriba. Hará ahora unos cuatro años leí un cuento titulado "Un cuento de terrorismo energético" de Pedro Prieto, con quien hice amistad, y que se ha publicado en varios sitios de Internet y fuera de ésta. Un tiempo después nació el web titulado "Crisis Energética", un sitio al que hemos venido a parar mucha gente con inquietudes tanto similares como dispares, y en cuyo foro se han gestado amistades y complicidades varias.

Es en los intercambios y conversaciones de dicho foro y con algunos de sus miembros, en los que he empezado a vislumbrar la posibilidad de formas de vida "alternativas", viables a corto y medio plazo, hablando en términos "globales", en un mundo que se pretende globalizado. El largo plazo, definido por un entorno decididamente hostil para la mayoría de los seres humanos -producto de la progresiva carestía y encarecimiento de la base energética (los combustibles fósiles) de nuestras actuales sociedades, nuestra civilización en suma- es una dimensión que escapa totalmente a mi capacidad de imaginar. El medio plazo, entendido por aquel en que empiece a romper aguas el esquema que mantiene en funcionamiento nuestra civilización, sólo me resulta imaginable de forma fragmentada, y por tanto, compleja. Y en el corto plazo, que coincide con mis plazos vitales corto y medio, andan mis pre-ocupaciones.

Visitar Old-Hall ha sido toda una experiencia. Una "comunidad" que cuenta ya 32 años de vida, una edad más que respetable. ¿Hasta qué punto Old Hall puede ofrecerme, a la gente de mi entorno, lecciones interesantes? Ese era más o menos mi propósito cuando contacté con ellos, y contando mis experiencias quiero compartirlas con quienes andan enredados en pre-ocupaciones similares.

Apuntes

Este pasado mes de septiembre he estado quince días en Inglaterra, en Old Hall, una especie de comunidad formada por unas sesenta personas, incluidos unos quince niños, cuya principal característica es que prácticamente todo lo que se come es fruto del trabajo y del esfuerzo de sus miembros, todo ello cultivado o criado según los más estrictos principios de la agricultura ecológica.

Desde hace años, y en vista de que en verano, en la época de cosecha, requieren mano de obra adicional, reciben a voluntarios (generalmente universitarios y estudiantes de inglés) que a cambio de alojamiento y comida se comprometen a colaborar en las tareas del campo unas 30 horas semanales, divididas en 5 jornadas partidas, a razón de 3 horas por la mañana y otras 3 por la tarde.